jueves, 20 de noviembre de 2008

PSICOLOGÍA DEL PAPEL Y EL CAMBIO SOCIAL


Rodrigo Guzmán Santos
Estudiante en Práctica Profesional
en Psicología Comunitaria
ONG Territorio Sur
Programa Servicios Comunitarios
Fundación para la Superación de la Pobreza

Octubre de 2008


Me gustaría comenzar este artículo con una pregunta a modo de introducción y de primer paso en este camino: ¿existe una motivación común entre aquellos que elegimos ejercer en psicología comunitaria?

Seguramente ante esta pregunta encontraremos posibles respuestas tales como: por vocación, por compromiso o responsabilidad social, por postura política, teórica o metodológica, etc. Aquí es donde quiero centrarme, en este espacio y es precisamente el hecho de que quizás nos estemos dejando llevar por un prejuicio o un estereotipo en ambas posturas, tanto decidir por la psicología comunitaria como decidir por otra rama. El que tal vez nos falte información, como sabemos, puede influir claramente en nuestras decisiones y en nuestras expectativas. Lo peligroso de esto último será entonces el catastrófico golpe que nos pegaremos al salir de la burbuja académica, cuando nos toque “vivir la realidad”. Cuando por ejemplo el psicólogo clínico que sólo sabe de terapia se encuentra con gestión en atención primaria, o cuando el psicólogo laboral se inserta en organizaciones públicas o en un programa en específico, donde se requiera contacto y trabajo con organizaciones de base, o también el psicólogo educacional que desea trabajar en un proyecto educativo y se encuentra en una institución que le ofrece realizar psicodiagnóstico o intervención con “niños problema”. Este tipo de oferta laboral en el campo de la psicología no nos debe parecer extraño, pero al momento de analizarlo frente a las distintas ramas de aplicación nos surge la contradicción y el conflicto interno. Cada escuela tendrá su inclinación teórica y forma de ver la disciplina la que sin duda generará ciertos saberes hacia uno u otro lado, estereotipos positivos o negativos y expectativas de trabajo. Pero el sistema laboral es radicalmente distinto a la categorización académica. Y la psicología comunitaria no está exenta de este problema.

Como psicología social o como nos gustaría decir actualmente, como científicos sociales, dentro de lo intelectual, se han esbozado interesantes modelos, teorías, metodologías y formas de abstraer distintas “realidades” sociales, con una visión crítica, cualitativa, política, económica e histórica. Insisto por esto en dar relevancia a este importante punto de lo actual en el saber de la ciencia social, de estos discursos críticos y extremadamente complejos que buscan construir con el lector pero más parece que lo persuaden con un vocabulario en extremo académico y rebuscado. Es aquí donde éste personaje intelectual y crítico al momento de aplicar y llevar a cabo este saber académico debe tomar la decisión acerca de la rama a ejercer. Lógicamente, coherente nos parecería que un personaje con un discurso crítico ante la sociedad y los modelos imperantes, quisiera ejercer la psicología en un ámbito desde donde poder contribuir con un cambio social que disminuya dichas brechas de poder, desigualdad social y económica o como queramos llamarle. Dicho conocimiento generalmente se canaliza en la ejecución de la psicología comunitaria como una rama aplicada donde los componentes económico, político, social e histórico toman mucha relevancia. Nos proponemos entonces ir a trabajar o al cerro, a la toma, al movimiento gay, al pabellón de pacientes psiquiátricos o a cualquier colectivo que sea víctima (no me gusta la palabra pero tuve que utilizarla) de desigualdad o segregación social. En este punto planteamos generar y construir en conjunto movimientos sociales que sean capaces de revertir el funcionamiento de la máquina social. Nos imaginamos en terreno compartiendo y construyendo una realidad mejor. En este momento se produce el choque con la “vida laboral”.

No puedo dejar de citar en este momento a Matt Groening creador de la serie “Los Simpsons” y de “Futurama”. Esta última serie animada está ambientada en el año 3000 por lo que el humor y la sátira gira en torno a exageraciones de la sociedad actual como de tópicos sacados de obras de ciencia ficción. En la serie, los personajes principales son empleados de “Planet Express” una empresa repartidora de productos hacia todo el universo. Quien realiza el trabajo administrativo de la empresa es Hermes Conrad un burócrata acérrimo de nacionalidad jamaiquina. El burócrata nació en Jamaica y obviamente utiliza dreadlocks o rastas… Es en este momento donde puedo mencionar que me sentí y me siento un poco Hermes. Un psicólogo comunitario burócrata a ultranza, me pareció un personaje tan fuera de lugar como un jamaiquino en ese puesto. Y precisamente no es el año 3000 como en la serie. Y fíjense que la psicología comunitaria (o intervención psicosocial como queramos llamarle) actualmente está bastante enfocada en Chile en temas administrativos, de sistematización y elaboración de proyectos aún cuando existen excepciones a la regla.

Aquí es donde el tema de los prejuicios y expectativas se cruzan y chocan con “la vida real”. Los sistemas burocráticos, a mi entender, son aquella barrera que implantan las cúpulas de poder (estos fantasmas abstractos pero que tienen nombre y apellido) para perpetuar la estructura social, para mantener el status quo y a la población a raya. A mi parecer la burocracia es una de las principales causantes de la baja participación ciudadana en cualquier ámbito. Aquella sensación de ser como se dice “peloteado” para un lado y otro, el llenar miles de formularios, el darse cuenta cuánto hay que luchar para que los “papeles” puedan fluir y generar un cambio o un beneficio, así como también en el caso de que aquel papel, iniciativa, o demanda social se entrampe de secretaría en secretaría, de protocolo en protocolo, etc. Para muestra un botón, el gran movimiento social que fue la “revolución pingüina” del año 2006. Me parece que todos conocemos este movimiento pero para la revisión en este artículo lo resumo y reduzco al descontento de un grupo, una genial organización y una movilización de grandes proporciones que tenía por fin un cambio en la educación chilena, un doblarle la mano, no sólo a las personas que manejan el poder, sino también al sistema burocrático que le echa pegamento a cualquier atisbo de “sublevación ciudadana”. Esta gran demanda social qué consiguió, una mesa de diálogo con representantes de todos los posibles estamentos involucrados en la educación. Se llegó a un informe el cual contenía el acuerdo de esta mesa, pero ese informe debía pasar un escollo fundamental, la propuesta debía ser aprobada en el Parlamento. Entonces para que se hiciera “aprobable”, por protocolo, el informe se debatió con los parlamentarios de la Alianza llegando a un proyecto completamente distinto que decantó en la Ley General de Educación. La poca voluntad política se tradujo en los “pasos a seguir”. Este gran movimiento social y ciudadano logró cambiar la LOCE por la LGE. Con esas consecuencias a cualquiera se le quitan las ganas de participar en algo que como grupo se considere para mejor. Por esto sería lógico trabajar sin sistemas burocráticos. Empoderar a la gente territorialmente para que pueda generar revoluciones sociales que manifiesten mejoras y disminuyan las desigualdades. Pero si fuera así de sencillo estaríamos quizás en otro mundo. Se requiere generar un proyecto de intervención para generar este empoderamiento. Y ese proyecto se rige por sus propias reglas, protocolos y trampas. El sistema es tremendamente fuerte y todo se mueve mediante los famosos “papeles”. Y aquí es donde estamos los Hermes. Queríamos realizar trabajo comunitario y nos encontramos con kilos y kilos de papeles. Queríamos contribuir a un cambio social y a que viviéramos TODOS en un mundo mejor y nos encontramos jugando con aquello que criticábamos por ser el pegamento de este mal sistema. Entonces acá la pregunta es clara: ¿Cuándo el psicólogo comunitario cambiará su espíritu, como aquel jamaiquino que se convierte en la antítesis de lo que fue?; ¿cuándo el psicólogo comunitario se aburguesará y amará el orden burocrático como el desafortunado Hermes?; ¿podemos creer en nuestro trabajo y no ser ingenuos?

Este tema es desesperanzador o un desafío para todos, depende de qué vereda se le mire. Si nos vemos como burócratas periféricos que sólo estamos al servicio de la burocracia central y en algún momento seremos absorbidos y olvidaremos nuestros ideales iniciales, estamos perdidos. Pero por otro lado, la Política Pública, en extremo burocratizada y administrativa nos da la oportunidad de realizar intervenciones sociales desde donde se instale el virus o se generen paulatinamente cambios sociales. En ese sentido debemos ser claros, el cambio social difícilmente se gesta de un día para otro, si bien podríamos decir que vivimos en la época más acelerada el mundo, el cambio social de base es lento, por lo que es nuestro compromiso seguir trabajando para ello. Yo me pregunto ¿han escuchado alguna vez a alguien decir que este mundo es perfecto? Yo por lo menos no. Entonces no es poca gente aquella que cree y siente que esto se puede mejorar. Trátenme de idealista o ingenuo como dije anteriormente, pero en última opción habré compartido y se habrá intentado. Me gustaría entonces ser parte junto a todos de instancias que pudieran considerarse mejores y nuevamente por todos. Insisto en un punto no quiero cambiar el mundo (no soy tan estúpidamente idealista ni egocéntrico), pero la psicología comunitaria es una herramienta fuerte e importante ya no para crear control social o predicciones más veraces, sino para ser absorbida por la comunidad y que sea ésta quien la utilice para su beneficio. Entonces este primer paso de psicología del papel nos propone que sí es posible hacer intervenciones en pro de un fin, que el utilizar esta herramienta que criticamos no nos convierte en incoherentes, sino en estrategas que la utilizamos para vencerla. La crítica es entonces un pilar fundamental que debemos tener en cuenta y no olvidar. Recordemos que el papel miente, las cosas no pueden ser reducidas a esto. Nuestras intervenciones, vivencias y consecuencias de las primeras no pueden ser abstraídas por la evaluación de un proyecto. El papel miente. Por lo tanto no sigo mintiendo más.

No hay comentarios: