jueves, 20 de noviembre de 2008

Práctica Comunitaria y Burocracia de la Acción

Gonzalo Morales
Psicólogo Comunitario
Centro Cultural Obras, Música y Letras
OBEMEL, Octubre de 2008


I

Soy un burócrata; no es tan difícil decirlo. Pero no es acerca de la “valentía” requerida para dicha afirmación de lo que quisiera asir mi argumento; de la capacidad heroica, de lo mesiánico de aquello. Mas, en tal caso quisiera reconocerme en la negación del héroe, por cuanto sí se trata del acto heroico. En parte de esto se trata; argumentar acerca de esta contradicción de principio, o como principio, reconocer que “soy”, para que siendo pueda dejar de ser.

Como sujeto “formateado” como psicólogo, he elegido el camino que, dentro de mi enajenación burocrática, he visto como posibilidad de acción contingente. El psicólogo en el espacio de acción comunitaria es un burócrata periférico, pequeño en cuanto a incidencia global; es aquel sujeto que se encuentra en la periferia de la acción burocrática del Estado (estoy refiriendo al psicólogo comunitario como interventor directo, a la vez que administrador de otros profesionales, en la periferia), y que en aquel espacio es la “ventosa” de algún tentáculo de Estado. O más bien el pliegue rugoso, la adherencia; la materialización de la Política Social de Estado (del Gran Patrón y Burócrata Central). La Administración del poder por parte del Estado es elemento central para la perpetuación de la hegemonía de la clase dominante, tanto a nivel político como económico, y es la clase burocrática quien se encuentra en esta articulación entre el uno y el otro, entre el dominante y el dominado; siendo a la vez todo y parte.

Este hecho tiene una doble significación para el argumento. Por una parte, constituye un imperativo ético, en tanto nos hemos autoimpuesto una cierta “responsabilidad” de responder a la comunidad como agente del Estado, por lo que portamos con toda la violencia simbólica que ello significa; legitimamos la violencia de Estado con el título profesional, y el ejercicio mismo de la profesión. Somos el enemigo efectivo. Por otra parte, nuestro grado de incidencia es menor; no somos burócratas mayores que lo son por ser cada vez menos periféricos. Pero somos muchos, en el centro solo unos pocos. Estamos efectivamente en el último escalafón del sistema de orden burocrático, jerárquico y centralizado. Pero a la vez somos un centro en la periferia, un agente de orden en los suburbios.

II

En esta doble articulación de sentidos, veo una posibilidad. En tanto burócrata pretendo la negación de sí. Es decir, poder articular un modo de acción que devenga en mi negación, y en ella la posibilidad de la negación del burócrata como clase.

La disolución de un caso no basta. Un caso no hace la clase, pero el proceso mediante el cual pudiera devenir no – burócrata me permite ser agente revolucionario, y en ese horizonte, conjuntar voluntades con otros horizontes de transformación.

Pero, cabe preguntarse si el burócrata periférico tendría una posición especialmente favorable para ello. O solo basta con dejar de ser burócrata, y ser otra cosa.

Primero, no pretendo establecer el mejor modo de acción. Es solo uno que estoy articulando pasado un tiempo y nada más que eso. Una propuesta compleja más.

Segundo, no hay que dejar de ser burócrata para ser revolucionario, pero siendo la revolución no es posible ya seguir siendo burócrata.

Tercero, ¿acaso soy algo más que un burócrata? Sí, soy mucho más que eso. Persona, estudiante, fuerza de trabajo. También soy un habilitado. Acepto el camino del burócrata porque, dadas las condiciones materiales en las que me encuentro es mi mejor opción. Como habilitado soy deudor (a propósito de ello) Deudor por mí y por otros. Me repudio por ello. Pero soy, y me reconozco en ello.

En definitiva ¿podría dejar de ser burócrata de una sola vez? Sí, pero tengo que elegir. Trabajo por una miseria como part – time para una multinacional, como aquellos jóvenes estudiantes universitarios que se niegan a ejercer su profesión; o intento negar mi condición aprovechando el espacio que la misma cualidad de lo que soy tiene. Elijo este último camino.

III

La Psicología Comunitaria, tanto como “disciplina de la ciencia” o como acción comunitaria, da para mucho. Para tanto incluso como para permitir pensar que ambas perspectivas no son más que eso, perspectivas de una misma noción, que agrupa tanto a lo que se piensa de ella – autoridades académicas, la disciplina – como lo que se hace con ella – quienes actúan en la práctica contingente, en las comunidades o espacios donde hubo comunidad, o la habrá. La escisión de la práctica, lo que se piensa respecto de lo que se hace, es un conflicto de alto alcance, altamente relevante a la hora de pensar el quehacer del psicólogo comunitario. Sin querer olvidar este debate intentaré aportar para la concepción de una visión más compleja, quizá dialéctica, de la Práctica Comunitaria; pensando el argumento desde ella, sin entramparme en el válido debate epistemológico, poder al final de toda la argumentación, hacer un aporte.

En la práctica comunitaria se juega un lugar en el espacio, la historia y el tiempo; donde reflexión y acción son ya parte de un mismo sistema de interrelación que se encuentra en funcionamiento. Pensar que la comunidad no tiene un horizonte político, ya sea este evidente o meramente implícito, es partir de una abstracción académica. Es este el primer paso para el trabajo en una comunidad en particular (Victor Martínez las menciona como Comunidades de Práctica), asumir su historia presente y su horizonte. Partiendo de esta primera reflexión / acción, hacemos entonces una reflexión, que será en definitiva nuestra crítica. Aplica esta sobre la primera y compone una nueva reflexión / acción; pero ahora con un explícito carácter de transformación. Es a este circuito, que toma como base el espiral reflexión / acción, pero que lo complementa como argumento, el que presento como la apuesta del profesional en la práctica comunitaria, su propuesta compleja.

IV

Las experiencias prácticas, comenzando por lo que denominamos Práctica Profesional en el ámbito de lo académico, irán configurando nuestra propuesta compleja. Compleja en cuanto es nuestro horizonte propio, hacia donde queremos llevar el mundo social en el que nos encontramos. También en cuanto proceso abierto, que se nutre de lo que la comunidad en la cual nos encontremos nos plantee, pero que no se cierra en ella.

Uno de los conflictos que se nos presenta en este punto es aquel que se relaciona con las expectativas que la comunidad, de la cual comenzamos ha ser parte, manifiesta respecto a nuestra actividad profesional. Estas expectativas se nos manifiestan, como una suerte de proceso transferencial desde la comunidad al sujeto y vise versa. Se nos ve como expertos y nos comportamos como tal. No queremos ser los expertos y actuamos como si fuéramos un miembro más de la comunidad. Pero ambas posiciones no asumen lo que son.

Una propuesta compleja implica un avance progresivo. En un momento seremos el burócrata que realmente somos, y la comunidad se comportará como los agentes administrados que efectivamente son. Sin embargo, en la medida que llevamos a cabo un proceso de reflexión / acción para la autonomía de la comunidad, y en la medida que nos asumimos burócratas que queremos dejar de serlo, las relaciones de dependencias mutuas – la comunidad depende de nosotros para tener acceso a una serie de beneficios que el Estado pone a su disposición, mediante nuestro ejercicio; y nosotros necesitamos de la comunidad para que hagamos el respectivo “recorte”, que se transforma en definitiva en nuestro salario – darán paso a un tipo de relación nueva.

La desaparición del burócrata como clase es un proceso mucho más complejo y largo que el que aquí se describe, a la vez que se encuentra en interdependencia con una serie de variables sociopolíticas y propuestas teórico - políticas relacionadas. Sin embargo, la conciencia de clase burócrata, es esencial para lograr el fin de la lucha de clases, y el fin del estado como lo conocemos.

Es fundamental que nos asumamos como actuales agentes en pos de la perpetuación de lo dado, y comencemos a ser actores de transformación concientes de la historia material, subjetiva y objetiva, para el presente y para el futuro.

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