jueves, 20 de noviembre de 2008

Práctica Comunitaria y Burocracia de la Acción

Gonzalo Morales
Psicólogo Comunitario
Centro Cultural Obras, Música y Letras
OBEMEL, Octubre de 2008


I

Soy un burócrata; no es tan difícil decirlo. Pero no es acerca de la “valentía” requerida para dicha afirmación de lo que quisiera asir mi argumento; de la capacidad heroica, de lo mesiánico de aquello. Mas, en tal caso quisiera reconocerme en la negación del héroe, por cuanto sí se trata del acto heroico. En parte de esto se trata; argumentar acerca de esta contradicción de principio, o como principio, reconocer que “soy”, para que siendo pueda dejar de ser.

Como sujeto “formateado” como psicólogo, he elegido el camino que, dentro de mi enajenación burocrática, he visto como posibilidad de acción contingente. El psicólogo en el espacio de acción comunitaria es un burócrata periférico, pequeño en cuanto a incidencia global; es aquel sujeto que se encuentra en la periferia de la acción burocrática del Estado (estoy refiriendo al psicólogo comunitario como interventor directo, a la vez que administrador de otros profesionales, en la periferia), y que en aquel espacio es la “ventosa” de algún tentáculo de Estado. O más bien el pliegue rugoso, la adherencia; la materialización de la Política Social de Estado (del Gran Patrón y Burócrata Central). La Administración del poder por parte del Estado es elemento central para la perpetuación de la hegemonía de la clase dominante, tanto a nivel político como económico, y es la clase burocrática quien se encuentra en esta articulación entre el uno y el otro, entre el dominante y el dominado; siendo a la vez todo y parte.

Este hecho tiene una doble significación para el argumento. Por una parte, constituye un imperativo ético, en tanto nos hemos autoimpuesto una cierta “responsabilidad” de responder a la comunidad como agente del Estado, por lo que portamos con toda la violencia simbólica que ello significa; legitimamos la violencia de Estado con el título profesional, y el ejercicio mismo de la profesión. Somos el enemigo efectivo. Por otra parte, nuestro grado de incidencia es menor; no somos burócratas mayores que lo son por ser cada vez menos periféricos. Pero somos muchos, en el centro solo unos pocos. Estamos efectivamente en el último escalafón del sistema de orden burocrático, jerárquico y centralizado. Pero a la vez somos un centro en la periferia, un agente de orden en los suburbios.

II

En esta doble articulación de sentidos, veo una posibilidad. En tanto burócrata pretendo la negación de sí. Es decir, poder articular un modo de acción que devenga en mi negación, y en ella la posibilidad de la negación del burócrata como clase.

La disolución de un caso no basta. Un caso no hace la clase, pero el proceso mediante el cual pudiera devenir no – burócrata me permite ser agente revolucionario, y en ese horizonte, conjuntar voluntades con otros horizontes de transformación.

Pero, cabe preguntarse si el burócrata periférico tendría una posición especialmente favorable para ello. O solo basta con dejar de ser burócrata, y ser otra cosa.

Primero, no pretendo establecer el mejor modo de acción. Es solo uno que estoy articulando pasado un tiempo y nada más que eso. Una propuesta compleja más.

Segundo, no hay que dejar de ser burócrata para ser revolucionario, pero siendo la revolución no es posible ya seguir siendo burócrata.

Tercero, ¿acaso soy algo más que un burócrata? Sí, soy mucho más que eso. Persona, estudiante, fuerza de trabajo. También soy un habilitado. Acepto el camino del burócrata porque, dadas las condiciones materiales en las que me encuentro es mi mejor opción. Como habilitado soy deudor (a propósito de ello) Deudor por mí y por otros. Me repudio por ello. Pero soy, y me reconozco en ello.

En definitiva ¿podría dejar de ser burócrata de una sola vez? Sí, pero tengo que elegir. Trabajo por una miseria como part – time para una multinacional, como aquellos jóvenes estudiantes universitarios que se niegan a ejercer su profesión; o intento negar mi condición aprovechando el espacio que la misma cualidad de lo que soy tiene. Elijo este último camino.

III

La Psicología Comunitaria, tanto como “disciplina de la ciencia” o como acción comunitaria, da para mucho. Para tanto incluso como para permitir pensar que ambas perspectivas no son más que eso, perspectivas de una misma noción, que agrupa tanto a lo que se piensa de ella – autoridades académicas, la disciplina – como lo que se hace con ella – quienes actúan en la práctica contingente, en las comunidades o espacios donde hubo comunidad, o la habrá. La escisión de la práctica, lo que se piensa respecto de lo que se hace, es un conflicto de alto alcance, altamente relevante a la hora de pensar el quehacer del psicólogo comunitario. Sin querer olvidar este debate intentaré aportar para la concepción de una visión más compleja, quizá dialéctica, de la Práctica Comunitaria; pensando el argumento desde ella, sin entramparme en el válido debate epistemológico, poder al final de toda la argumentación, hacer un aporte.

En la práctica comunitaria se juega un lugar en el espacio, la historia y el tiempo; donde reflexión y acción son ya parte de un mismo sistema de interrelación que se encuentra en funcionamiento. Pensar que la comunidad no tiene un horizonte político, ya sea este evidente o meramente implícito, es partir de una abstracción académica. Es este el primer paso para el trabajo en una comunidad en particular (Victor Martínez las menciona como Comunidades de Práctica), asumir su historia presente y su horizonte. Partiendo de esta primera reflexión / acción, hacemos entonces una reflexión, que será en definitiva nuestra crítica. Aplica esta sobre la primera y compone una nueva reflexión / acción; pero ahora con un explícito carácter de transformación. Es a este circuito, que toma como base el espiral reflexión / acción, pero que lo complementa como argumento, el que presento como la apuesta del profesional en la práctica comunitaria, su propuesta compleja.

IV

Las experiencias prácticas, comenzando por lo que denominamos Práctica Profesional en el ámbito de lo académico, irán configurando nuestra propuesta compleja. Compleja en cuanto es nuestro horizonte propio, hacia donde queremos llevar el mundo social en el que nos encontramos. También en cuanto proceso abierto, que se nutre de lo que la comunidad en la cual nos encontremos nos plantee, pero que no se cierra en ella.

Uno de los conflictos que se nos presenta en este punto es aquel que se relaciona con las expectativas que la comunidad, de la cual comenzamos ha ser parte, manifiesta respecto a nuestra actividad profesional. Estas expectativas se nos manifiestan, como una suerte de proceso transferencial desde la comunidad al sujeto y vise versa. Se nos ve como expertos y nos comportamos como tal. No queremos ser los expertos y actuamos como si fuéramos un miembro más de la comunidad. Pero ambas posiciones no asumen lo que son.

Una propuesta compleja implica un avance progresivo. En un momento seremos el burócrata que realmente somos, y la comunidad se comportará como los agentes administrados que efectivamente son. Sin embargo, en la medida que llevamos a cabo un proceso de reflexión / acción para la autonomía de la comunidad, y en la medida que nos asumimos burócratas que queremos dejar de serlo, las relaciones de dependencias mutuas – la comunidad depende de nosotros para tener acceso a una serie de beneficios que el Estado pone a su disposición, mediante nuestro ejercicio; y nosotros necesitamos de la comunidad para que hagamos el respectivo “recorte”, que se transforma en definitiva en nuestro salario – darán paso a un tipo de relación nueva.

La desaparición del burócrata como clase es un proceso mucho más complejo y largo que el que aquí se describe, a la vez que se encuentra en interdependencia con una serie de variables sociopolíticas y propuestas teórico - políticas relacionadas. Sin embargo, la conciencia de clase burócrata, es esencial para lograr el fin de la lucha de clases, y el fin del estado como lo conocemos.

Es fundamental que nos asumamos como actuales agentes en pos de la perpetuación de lo dado, y comencemos a ser actores de transformación concientes de la historia material, subjetiva y objetiva, para el presente y para el futuro.

REFLEXIÓN DESDE LO QUE FUE




Catalina Veas

En un número no menor de ocasiones he tenido la oportunidad de conocer el modo en que las instituciones educativas abren sus puertas a la comunidad. Con frecuencia esta apertura significa informar a padres, madres y apoderados de los resultados de sus pupilas y pupilos. En otras ocasiones las invitaciones a actos y reuniones generales de centro de padres y apoderados cumplen esta función.

Por otro lado, de acuerdo a su ubicación en el territorio social, los liceos y escuelas acogen en su seno a estudiantes con necesidades características. En un afán de responder a éstas se generan acuerdos y se solicita a organizaciones de la comunidad ingresar al establecimiento, pero este ingreso se restringe a ciertas horas semanales, para desarrollar uno que otro taller, sin coordinar esfuerzos ni acciones en un programa general.

Estas instituciones y organizaciones que ingresan, representan, según muchos, “sus redes de apoyo” y al momento de dar cuenta de esta realidad las y los actores involucrados comentan y aseguran que la escuela o liceo se inserta en su comunidad más próxima y abre las puertas a ésta…” pero ¿éste es el tipo de vinculación o apertura que necesitamos? ¿Es adecuado seguir pensando que la institución educativa es el lugar donde se define únicamente la educación de las personas?

Pienso que la pretensión, hasta ahora habitual, de otorgar un protagonismo único a la institucionalidad en materia educativa, va quedando cada vez mas obsoleta, ya que avanzar en la adquisición de conocimientos va de la mano con una inserción efectiva en los diferentes espacios de la vida social, razón por la cual es necesario ver a las escuelas y liceos como un punto dentro de una configuración mayor, configuración que se construye con otras y otros.

Lo anterior significa conceptualizar la educación como un tema transversal a múltiples escenarios, por lo que la asociación colaborativa entre éstos es clave. Asociarse para colaborar es el punto de inicio de una estrategia de apoyo que se inclina por mejorar y aumentar las posibilidades educativas.

Siguiendo lo anterior, incorporar la perspectiva de redes al trabajo desarrollado, adquiere sentido, pero no para ponerse a la “moda” o estar a “tono”, sino que para acceder a capacidades y posibilidades que por diversas razones no se tienen. Esto permitiría redistribuir recursos disponibles, comprendiendo que en educación las diferentes organizaciones, que rodean al liceo o escuela, también tienen mucho que aportar, pero no en el sentido de focalizar los recursos, esfuerzos y tareas a éste o ésta, sino de incluirse en una red de apoyos recíprocos, ya que los y las destinataria finales de estos apoyos son los mismos en el liceo/escuela que en la corporación de asistencia judicial, oficina de prevención de drogas, sida y educación sexual, etc. Entonces es necesario expandir la mirada y abrir las mentes de tal manera que se pueda comprender que las escuelas y liceos no son el centro de un sistema, alrededor del cual giran organizaciones e instituciones, tratando de hacer algún aporte, ni tampoco los pobrecitos por tener que trabajar con los y las estudiantes que ingresan a sus aulas.

Debido con esto urge que directivos y colaboradores se sitúen y se reconozcan como aquellos y aquellas que tienen la posibilidad de trabajar directamente e incidir más fuertemente en la construcción de una sociedad que pide a gritos ser modificada. Para esto conjugar esfuerzos y vincularse efectivamente con otros y otras es fundamental, pero ¿existe en la realidad disposiciones, apertura, intereses y ganas de trabajar por este tema? O ¿los liceos y escuelas se han acostumbrado a quejarse y quejarse, sin comprender que un cambio en sus realidades, condiciones de trabajo y resultados obtenidos implica directamente movilizar esfuerzos, lograr disposiciones para el trabajo colectivo-colaborativo e ingresar a la esfera de la reciprocidad y apoyo mutuo?, esto es una red de intercambio de recursos que otorga valor a quienes se atreven a trabajar por un objetivo mayor: la educación transformadora.

Perfil del psicólogo social.



Cynthia Henriquez

El posicionarse como profesional de la psicología en una sociedad cuya complejidad nos exige el perfeccionamiento continuo es ciertamente un desafío. Un desafío que puede volverse una tortura cuando ni siquiera tenemos claro qué esperamos de nosotros mismos.

Hoy, en ciernes a egresar me pregunto si nosotros, los psicólogos (as) que optamos por las líneas sociales compartimos un perfil genérico, más allá de lo que se nos dice en los primeros años académicos.

Recuerdo que en el pasado escuché que el psicólogo social, es un hippie que hace unos bailecitos y luego se va, también oí de aquel que parecía un mago, ya que se ocultaba en su oficina, donde en absoluto secreto hacía los trucos para “reparar” a las personas.

De los psicólogos sociales de nuestra universidad escuché que se destacaban por ser ordenados y emplear métodos pertinentes (¿cuáles?, nadie especificó). Dichos comentarios me parecieron en su ocasión simpáticos, anecdóticos. Recién ingresada a la carrera, lo que más me interesaba era saber cuáles eran las técnicas que uno podía emplear y qué éramos. En definitiva, esos comentarios sólo aumentaron mi confusión. Ahora veo que la confusión es necesaria para elaborar nuestros propios supuestos y que las técnicas sí son importantes pero no son lo único. Eso compañeros fue lo que pude captar en estos cinco años.

En este artículo espero poder plasmar cómo veo al psicólogo social, de partida indico que es un soñador, empoderado de su labor en la comunidad, y que emplea técnicas e instrumentos propios; ordenado y metódico (competencia que es bien valorada, así que no se ofendan aquellos que tengan una vena creativa, porque lo uno no excluye a lo otro)

Por supuesto, desde ya informo que el positivismo no es lo mío, por tanto, olvidaos que estas líneas trasnochadas les entregarán algo llamado verdad (solo es mi visión de mundo que les puede orientar en algo, como mucho).

El perfil de psicóloga que he formado en mi cabeza se compone de imágenes, frases sueltas y profesionales, que poco a poco, mediante la propia experiencia y algunos retazos de lucidez he articulado. De partida, se agradecen todas aquellas teorías, psicólogos, filósofos, charlatanes, etc. que dialogan constantemente en mi interior, la mayor parte, muertos hace rato y conocidos solo por medio de fotocopias.

Esas lecturas nos forman y deforman para siempre, son los pilares sobre los cuales construimos nuestra realidad, el punto de partida, antes de la operatoria misma, del quehacer profesional. Son la materia prima para hacernos un mapa del mundo. Podemos discutir, estar de acuerdo o crear algo simpático gracias a ese cuerpo de conocimientos. Estas lecturas nos enseñan a relativizar nuestros juicios, a reírse de uno mismo, nos permiten ver al ser humano y la sociedad desde otro punto de vista. Un proceso dialéctico donde enfrentamos nuestra propia socialización.-la cultura del no-pensar, la farándula y otras hierbas de esa índole.- con muchas teorías y experiencias que nos obligan abrirnos de mollera.

En la Universidad se nos entregan elementos epistemológicos, formas para ver el mundo; trozos de un mapa “ultra- mega” fragmentado, las cuales debemos armar año tras año, porque no podemos quedarnos solo con las directrices huesudas, oscuras y difusas que nos entregan, si lo hiciésemos seríamos de partida unos idiotas, y en segundo lugar pensaríamos que el ser humano es un saco de neuronas, de cajas negras; (muy) enfermo casi siempre; una cosa bien amorfa, con miles de procesos separados que anda de crisis en crisis, sometido a fuerzas sociales omnipotentes, paranoicas y punitivas.

Cuando tenemos en nuestra cabeza un mapita más menos coherente, dicha elaboración, sólo sometida a la experiencia, adquirirá sentido, porque sólo frente a un otro, llámese cliente, paciente, sujeto social -cualquier etiqueta que nos plazca utilizar- veremos si le atinamos o no. O sea, en la práctica misma es donde adquieren sentido la tropa de señores muertos. Si no nos resulta debemos seguir dialogando con nuestras teorías y atrevernos a conocer otras que nos ayuden a comprender. Entonces, cuando entusiasmados, decimos: ¡EUREKA!, y probamos la décima maravilla del mundo, puede o no darnos frutos. Si es negativo, si algo falla… nos desanimamos, la lloramos y de vuelta a construir castillos. Esa, es una de las mejores partes del psicólogo (a), su amor por teorizar y analizar la realidad… ¡y claro construir castillos!

Un psicólogo debe ejercitar y probar sus límites, todos sabemos dónde nos aprieta el zapato y si no lo sabemos, debemos probar y ver. Una característica común es nuestra alta tolerancia a la diferencia, a la discriminación positiva hacia lo minoritario, a la diversidad. Fundamental, puesto que casi siempre trabajaremos con aquellos que nadie quiere (y que no se quieren de paso). Buscaremos soluciones, alternativas para mejorar en algo su calidad de vida, sin esperar las gracias, ni un monumento y cediendo el protagonismo a los grupos, a las personas. El psicólogo es aquel que colabora junto a otros (asistente sociales, educadores populares, profesores, abogados, etc.) para armar un escenario social con variadas alternativas benignas y entusiasmados, esperando que ocurra lo mejor.

Podemos trabajar con las minorías y los excluidos porque empleamos criterios anexos a la moral de lo bueno v/s lo malo, blanco/negro (pensamiento dicotómico). Gracias a un sinnúmero de circunstancias aprendemos que todo está en escalas de grises, donde lo entretenido es poder percatarnos de las sutilezas que hay en la compleja realidad, ver los hilos que se tejen en nuestras prácticas cotidianas, de poder problematizar aquello que se toma como natural, de tomar conciencia de que las cosas suceden por muchos factores ¿Qué variables se involucran en tal o cual fenómeno?, bueno esa es precisamente parte de nuestra pega. La otra es tratar de modificar en algo las circunstancias para colaborar en mejorar la calidad de vida del sujeto o grupo.

Cuando uno se inserta en la sociedad y realiza trabajos con grupos, colectivos, personas debe comprender que intuitivamente,( como comprendí yo en mi práctica) aplicamos un método que nos diferencia en algo del resto de los profesionales sociales[1].

La profesión del psicólogo (…), el arte de derivar conclusiones suficientes a partir de premisas insuficientes (Samuel Butler)[2]

Primero tratamos de hacernos un panorama de las personas insertas en un contexto, analizamos tanto las características de los sujetos y del entorno. Esto nos arrojará un diagnóstico de un problema, aquí debemos planteamos algún problema solucionable. Es un arte esto de buscar problemas solubles, porque muchas situaciones son “curiosas” o están normalizadas. Entonces viene uno y lo debe problematizar, con todo lo que eso conlleva, o bien, se visualizan como problemas por todos, pero éstos se escapan de nuestras competencias. Considerar aquellos aspectos que nosotros controlamos y aquello que se nos escapa, es un tema de atribuciones, y de responsabilidad, lo que en muchas ocasiones nos provoca malestar, porque con nuestra buena onda tratamos de solucionar TODO, es decir, que las cosas se den….y en muchas ocasiones sucede que simple y llanamente no se dan. Muchos dicen que la alta tolerancia a la frustración es un requisito y competencia genérica para nuestra profesión, pero, ¿A qué se refiere esto?

…Que por muy lindo que nos quede el taller si la gente no llega, se nos va a las pailas el mismo. Que a pesar de buscar lo mejor para el grupo, el propio organismo al cual rendimos cuentas nos dificulta lograr los objetivos. A que uno tenga que hacer hordas y hordas de papeleo y patear mentalmente a la U’ por no decirnos ni enseñarnos eso. Así, llega a ser preocupante la cantidad de horas que se van en rellenar papelitos e insertarse en la burro-cracia (porque bien burros son a veces los conductos regulares).

Uno debe estudiar y prepararse para tener en la pequeña cabeza unas cuantas soluciones posibles, a la vez de tener la flexibilidad de que el grupo/ o la persona busque otra igual de buena y que a nosotros se nos escapó. Solicitar ayuda si nuestra musa inspiradora se fue de vacaciones, y facilitar más que ordenar los cambios. El respeto por los otros es sagrado.

Tener siempre en todo momento y lugar presente el grupo o persona con que trabajamos parece algo obvio, pero en la práctica no lo es tanto, sé de varios psicólogos(as) que aplican al estilo “copypaste” un taller diseñado para niños a un grupo de adultos mayores o uno trazado para un colegio privado de Santiago a uno municipal de Forestal o Concepción. Este es uno de los grandes errores que como profesión tenemos, porque diagnosticamos mal, o no dedicamos el tiempo suficiente en planificar los talleres, lo cual en la práctica hace que éstos suenen a cosas de marcianos o irrisorias.

La variable dependiente a modo de metáfora es siempre el resultado que buscamos, por el cual nos arrojamos, es decir si yo hago esto es posible que ocurra esto otro. Estilo Efecto mariposa.

Debemos ejecutar nuestras acciones siempre empleando criterios. Son tantos los procesos inmersos en el hombre que muchas cosas se nos escapan, por muy certero que sea nuestro diagnóstico y planificación, sólo mediante la práctica se desarrolla el famoso “ojo clínico”[1]. Desde ya la recomendación es mezclar el orden de un programa con la flexibilidad propia del ritmo que lleva el grupo o persona, no perder de vista jamás los objetivos fundamentales ni los sujetos.


Freud dijo”( …) nada es tan apasionante como la manifestación de los procesos psíquicos ocultos…”[2].

Y por ultimo, saber que todo lo que nosotros hacemos debe tener indicadores, es decir, nuestro quehacer será sometido a evaluación de nuestra parte y por terceros, que no quede como “por aquí paso… y se perdió”. Debemos reflexionar sobre nuestras prácticas, ser sensibles al cambio, a comprender que todo es mejorable, a buscar el conocimiento de la realidad misma y sistematizarla en documentos, cosa que otros puedan acceder al saber logrado. Aprendamos a visualizar y compartir nuestra labor, que el psicólogo social deje de ser visto como un chanta que hace un par de bailecitos y que luego se va, dejando todo igual. Debemos mostrar técnicas e instrumentos que revelen el logro, las dificultades, los procesos que llevamos a cabo, en fin que demuestren nuestra labor.

Al final ocurre que, en nuestro quehacer, de repente nos sale todo maravilloso, entonces nos asombramos y decimos ¡no sé como lo supe!, pues bien, he escuchado una frase que para mí adquiere sentido: La intuición educada que junto al ojo “clínico” y el orden diferencian a un profesional esforzado de uno mediocre, ¿por qué? Porque estos atributos no nos llegan del cielo, no son un don, sino competencias que se trabajan, que son paridas con esfuerzo constante, perfeccionadas con ahínco y nunca dadas por ganada (¡cuidarse de la vanidad profesional!)

Finalmente reflexiono… ¿Por qué termino esta carrera?, está ultra colapsada, mal mirada y pagada (¡no lloren!, tampoco es tan así, exageré para aumentar el dramatismo). La verdad es que la psicología ejerce una fascinación tremenda en mi corazón (más que en mi cabeza), es un tema de guata, de desafío personal, de espíritu de aventura, de hambre… de no poder concebir no serlo… así de sencillo, así de complejo.

[1] Que no se asusten ni desanimen pensando que no podrán desarrollarlo tampoco aquellos que están los primeros años de la Universidad. Solo deben “arrojarse” al mundo de manera responsable y tratar de hacerlo lo mejor posible. Todo es experiencia, todo lo que hagamos nos enseñará y al final verán que el cartón de título es sólo eso, un cartón, ustedes deben ver el mundo desde ya!! ... vamos ¿qué esperan?.

[2] Leonardo da Vinci, nueva York, random house, 1947


[1] Considero que es necesaria la diferencia entre los psicólogos y el resto de los profesionales sociales, no por un tema de vanidad sino más bien de complementariedad en la labor que juntos realizamos para y por la comunidad.

[2] Arieti, s, interpretation of schizophrenia. En Test proyectivos gráficos E. Hammer

PSICOLOGÍA DEL PAPEL Y EL CAMBIO SOCIAL


Rodrigo Guzmán Santos
Estudiante en Práctica Profesional
en Psicología Comunitaria
ONG Territorio Sur
Programa Servicios Comunitarios
Fundación para la Superación de la Pobreza

Octubre de 2008


Me gustaría comenzar este artículo con una pregunta a modo de introducción y de primer paso en este camino: ¿existe una motivación común entre aquellos que elegimos ejercer en psicología comunitaria?

Seguramente ante esta pregunta encontraremos posibles respuestas tales como: por vocación, por compromiso o responsabilidad social, por postura política, teórica o metodológica, etc. Aquí es donde quiero centrarme, en este espacio y es precisamente el hecho de que quizás nos estemos dejando llevar por un prejuicio o un estereotipo en ambas posturas, tanto decidir por la psicología comunitaria como decidir por otra rama. El que tal vez nos falte información, como sabemos, puede influir claramente en nuestras decisiones y en nuestras expectativas. Lo peligroso de esto último será entonces el catastrófico golpe que nos pegaremos al salir de la burbuja académica, cuando nos toque “vivir la realidad”. Cuando por ejemplo el psicólogo clínico que sólo sabe de terapia se encuentra con gestión en atención primaria, o cuando el psicólogo laboral se inserta en organizaciones públicas o en un programa en específico, donde se requiera contacto y trabajo con organizaciones de base, o también el psicólogo educacional que desea trabajar en un proyecto educativo y se encuentra en una institución que le ofrece realizar psicodiagnóstico o intervención con “niños problema”. Este tipo de oferta laboral en el campo de la psicología no nos debe parecer extraño, pero al momento de analizarlo frente a las distintas ramas de aplicación nos surge la contradicción y el conflicto interno. Cada escuela tendrá su inclinación teórica y forma de ver la disciplina la que sin duda generará ciertos saberes hacia uno u otro lado, estereotipos positivos o negativos y expectativas de trabajo. Pero el sistema laboral es radicalmente distinto a la categorización académica. Y la psicología comunitaria no está exenta de este problema.

Como psicología social o como nos gustaría decir actualmente, como científicos sociales, dentro de lo intelectual, se han esbozado interesantes modelos, teorías, metodologías y formas de abstraer distintas “realidades” sociales, con una visión crítica, cualitativa, política, económica e histórica. Insisto por esto en dar relevancia a este importante punto de lo actual en el saber de la ciencia social, de estos discursos críticos y extremadamente complejos que buscan construir con el lector pero más parece que lo persuaden con un vocabulario en extremo académico y rebuscado. Es aquí donde éste personaje intelectual y crítico al momento de aplicar y llevar a cabo este saber académico debe tomar la decisión acerca de la rama a ejercer. Lógicamente, coherente nos parecería que un personaje con un discurso crítico ante la sociedad y los modelos imperantes, quisiera ejercer la psicología en un ámbito desde donde poder contribuir con un cambio social que disminuya dichas brechas de poder, desigualdad social y económica o como queramos llamarle. Dicho conocimiento generalmente se canaliza en la ejecución de la psicología comunitaria como una rama aplicada donde los componentes económico, político, social e histórico toman mucha relevancia. Nos proponemos entonces ir a trabajar o al cerro, a la toma, al movimiento gay, al pabellón de pacientes psiquiátricos o a cualquier colectivo que sea víctima (no me gusta la palabra pero tuve que utilizarla) de desigualdad o segregación social. En este punto planteamos generar y construir en conjunto movimientos sociales que sean capaces de revertir el funcionamiento de la máquina social. Nos imaginamos en terreno compartiendo y construyendo una realidad mejor. En este momento se produce el choque con la “vida laboral”.

No puedo dejar de citar en este momento a Matt Groening creador de la serie “Los Simpsons” y de “Futurama”. Esta última serie animada está ambientada en el año 3000 por lo que el humor y la sátira gira en torno a exageraciones de la sociedad actual como de tópicos sacados de obras de ciencia ficción. En la serie, los personajes principales son empleados de “Planet Express” una empresa repartidora de productos hacia todo el universo. Quien realiza el trabajo administrativo de la empresa es Hermes Conrad un burócrata acérrimo de nacionalidad jamaiquina. El burócrata nació en Jamaica y obviamente utiliza dreadlocks o rastas… Es en este momento donde puedo mencionar que me sentí y me siento un poco Hermes. Un psicólogo comunitario burócrata a ultranza, me pareció un personaje tan fuera de lugar como un jamaiquino en ese puesto. Y precisamente no es el año 3000 como en la serie. Y fíjense que la psicología comunitaria (o intervención psicosocial como queramos llamarle) actualmente está bastante enfocada en Chile en temas administrativos, de sistematización y elaboración de proyectos aún cuando existen excepciones a la regla.

Aquí es donde el tema de los prejuicios y expectativas se cruzan y chocan con “la vida real”. Los sistemas burocráticos, a mi entender, son aquella barrera que implantan las cúpulas de poder (estos fantasmas abstractos pero que tienen nombre y apellido) para perpetuar la estructura social, para mantener el status quo y a la población a raya. A mi parecer la burocracia es una de las principales causantes de la baja participación ciudadana en cualquier ámbito. Aquella sensación de ser como se dice “peloteado” para un lado y otro, el llenar miles de formularios, el darse cuenta cuánto hay que luchar para que los “papeles” puedan fluir y generar un cambio o un beneficio, así como también en el caso de que aquel papel, iniciativa, o demanda social se entrampe de secretaría en secretaría, de protocolo en protocolo, etc. Para muestra un botón, el gran movimiento social que fue la “revolución pingüina” del año 2006. Me parece que todos conocemos este movimiento pero para la revisión en este artículo lo resumo y reduzco al descontento de un grupo, una genial organización y una movilización de grandes proporciones que tenía por fin un cambio en la educación chilena, un doblarle la mano, no sólo a las personas que manejan el poder, sino también al sistema burocrático que le echa pegamento a cualquier atisbo de “sublevación ciudadana”. Esta gran demanda social qué consiguió, una mesa de diálogo con representantes de todos los posibles estamentos involucrados en la educación. Se llegó a un informe el cual contenía el acuerdo de esta mesa, pero ese informe debía pasar un escollo fundamental, la propuesta debía ser aprobada en el Parlamento. Entonces para que se hiciera “aprobable”, por protocolo, el informe se debatió con los parlamentarios de la Alianza llegando a un proyecto completamente distinto que decantó en la Ley General de Educación. La poca voluntad política se tradujo en los “pasos a seguir”. Este gran movimiento social y ciudadano logró cambiar la LOCE por la LGE. Con esas consecuencias a cualquiera se le quitan las ganas de participar en algo que como grupo se considere para mejor. Por esto sería lógico trabajar sin sistemas burocráticos. Empoderar a la gente territorialmente para que pueda generar revoluciones sociales que manifiesten mejoras y disminuyan las desigualdades. Pero si fuera así de sencillo estaríamos quizás en otro mundo. Se requiere generar un proyecto de intervención para generar este empoderamiento. Y ese proyecto se rige por sus propias reglas, protocolos y trampas. El sistema es tremendamente fuerte y todo se mueve mediante los famosos “papeles”. Y aquí es donde estamos los Hermes. Queríamos realizar trabajo comunitario y nos encontramos con kilos y kilos de papeles. Queríamos contribuir a un cambio social y a que viviéramos TODOS en un mundo mejor y nos encontramos jugando con aquello que criticábamos por ser el pegamento de este mal sistema. Entonces acá la pregunta es clara: ¿Cuándo el psicólogo comunitario cambiará su espíritu, como aquel jamaiquino que se convierte en la antítesis de lo que fue?; ¿cuándo el psicólogo comunitario se aburguesará y amará el orden burocrático como el desafortunado Hermes?; ¿podemos creer en nuestro trabajo y no ser ingenuos?

Este tema es desesperanzador o un desafío para todos, depende de qué vereda se le mire. Si nos vemos como burócratas periféricos que sólo estamos al servicio de la burocracia central y en algún momento seremos absorbidos y olvidaremos nuestros ideales iniciales, estamos perdidos. Pero por otro lado, la Política Pública, en extremo burocratizada y administrativa nos da la oportunidad de realizar intervenciones sociales desde donde se instale el virus o se generen paulatinamente cambios sociales. En ese sentido debemos ser claros, el cambio social difícilmente se gesta de un día para otro, si bien podríamos decir que vivimos en la época más acelerada el mundo, el cambio social de base es lento, por lo que es nuestro compromiso seguir trabajando para ello. Yo me pregunto ¿han escuchado alguna vez a alguien decir que este mundo es perfecto? Yo por lo menos no. Entonces no es poca gente aquella que cree y siente que esto se puede mejorar. Trátenme de idealista o ingenuo como dije anteriormente, pero en última opción habré compartido y se habrá intentado. Me gustaría entonces ser parte junto a todos de instancias que pudieran considerarse mejores y nuevamente por todos. Insisto en un punto no quiero cambiar el mundo (no soy tan estúpidamente idealista ni egocéntrico), pero la psicología comunitaria es una herramienta fuerte e importante ya no para crear control social o predicciones más veraces, sino para ser absorbida por la comunidad y que sea ésta quien la utilice para su beneficio. Entonces este primer paso de psicología del papel nos propone que sí es posible hacer intervenciones en pro de un fin, que el utilizar esta herramienta que criticamos no nos convierte en incoherentes, sino en estrategas que la utilizamos para vencerla. La crítica es entonces un pilar fundamental que debemos tener en cuenta y no olvidar. Recordemos que el papel miente, las cosas no pueden ser reducidas a esto. Nuestras intervenciones, vivencias y consecuencias de las primeras no pueden ser abstraídas por la evaluación de un proyecto. El papel miente. Por lo tanto no sigo mintiendo más.

Presentación



Este espacio ha sido construido por los estudiantes de Psicología del taller de Práctica comunitaria-jurídica, de la Universidad de Valparaíso.
Es un espacio concebido para reflexionar sobre las diferentes prácticas que cada uno de nosotr@s realizo en este ultimo año académico.
Durante este proceso, el intercambio de experiencias, las reflexiones y criticas que surgieron de éstas, fueron el pilar fundamental de nuestra formaciòn. El intercambio reflexivo de los espacios laborales donde estábamos integrados, los diferentes custionamientos y la problematización de nuestra acciones, decisiones y motivaciones guiaron continuamente nuestro hacer.
Creemos que al compartir nuestros diálogos, colaboramos con la formaciòn de nuestros compañer@s de carrera, al poder dar algunos elementos introductorios que puedan dar luces sobre una elección del área a especializar, pero también colaboramos con nuestra propia formaciòn al poder abstraer los elementos centrales que se repiten en cada experiencia, y entender cuales son los desafíos de la psicología comunitaria actualmente y como nosotr@s como futur@s profesionales vamos a responder a ellos.
L@s invitamos a formar parte de esta reflexiòn critica y utilizar este espacio como una oportunidad de intercambio.